La guerra, Bataille y
la violencia permitida.
Un último francés: Bataille, y con él
pensar en la guerra como la violencia permitida, porque dentro de este sistema
que castiga por “abstracto” y que siente aberración por la violencia física,
siempre con la ley presente y el mandamiento “no matarás” a cuestas, existe una
violencia legítima[1]: la guerra. Bataille plantea que para llegar a la guerra
moderna hubo que pasar por lo que él denomina la guerra primitiva. En ésta, el
uso de la violencia tenía un fin casi de ritual, cosa que se perdió por
completo en la moderna: “la guerra primitiva es una exuberancia agresiva, y
mantiene la largueza de esa exuberancia.” [2]. Por contraste la guerra moderna
ha perdido eso, ahora es sólo el desarrollo ilimitado de todo tipo de
manifestación de violencia. Las armas nucleares o el cambio radical del
concepto de campo de batalla son ejemplos de esto [3]. “La guerra moderna (…)
es la más triste aberración, y lo que en ella se ventila es de orden político.
La misma guerra primitiva es poco defendible; ya desde el comienzo anunciaba,
en sus desarrollos inevitables, la guerra moderna.” [4].
Entonces se puede pensar a modo de conclusión que la violencia al igual que el
poder, la ejercemos todos, en mayor o menor medida. Existe una universalidad de
la violencia en tanto y en cuanto existan relaciones humanas. Es el humano el
agente comun (multiplicador común múltiplo) de su mundo y sus consecuencias.
Humano, demasido humano, en cuya condición convive latente el poder de ejercer
violencia. El problema parte y partirá del grado de violencia. No será para
nosostros igual el grado de violencia que puede tener un insulto (y acá
podríamos meter agravantes) que la que puede ejercer una condena a prisión (con
o sin atenuantes).
Como se mencionó al comienzo, la violencia
se institucionaliza y se burocratiza en un sistema anónimo e incorporal en el
que las leyes las delimitan los que poseen el saber, que además son “buenos” y
quieren enderezar a los “malos”. Saber y poder es una relación tensionante que
se estableció siempre. Sin embargo, en la época del capitalismo se desarrolla
de una forma más compleja, abstracta y aparentemente más “correcta”. El
individuo obedece a su superior confiando en el lema que dice que el saber abre
fronteras. Esto, sin tener en cuenta que las fronteras se abren sólo para unos
pocos cerrándose para muchos otros. La lucha entre los buenos y los malvados se
combate con las espadas de la ley y el silencio de la entidad capitalista,
pensando que es mejor lavar los trapos sucios adentro. Pero hay que recordar
que la bondad nunca es norma, sino acto y que es posible salir de la violencia,
ejecutando actos libertarios –aunque para nosotros sea necesario pasar por
encima de ciertos estamentos, violentamente.
Notas:
[1] De todos modos, la violencia ejercida en las
penitenciarías o en los hospitales, también es legítima, sólo que la guerra es
el desarrollo de la violencia por excelencia.
[2] Bataille, Georges, “Matar, cazar, hacer la guerra”
en El erotismo, España, Tusquets,
1997, Pág. 81.
[3] El concepto de campo de batalla ha cambiado.
Hiroshima y Nagasaki tal vez funcionen como ejemplo de esto.
[4] Bataille,
Georges, Ob.Cit., Pág. 85.
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