miércoles, 22 de febrero de 2012

Banal


I
Y el mundo puede ser banal y continuar con sus cambios. Puede seguir y aumentar su ritmo. Y puede ser atroz. Puede ser redundante, puede ser triste, puede ser infinito. Y todo al mismo tiempo. Su felicidad, su apariencia y la muerte. Una cabeza llena de bichos, el cuerpo marcado. La ropa nueva. Un libro que apenas puedo abrir. El habla fragmentada. El cuerpo que se pudre despacio. Y todo le cabe al mundo. Todo es mundo y se hace mundo en la continuidad. ¿Por qué quiere detenerse su carne? Está ahí sentada en el autismo. Colgada del cielo maldito que molesta con llevarse su cabeza. ¡Qué se lleve todo! Que no nos deje nada. Que se abra la tierra y la aleje de dolor de ver la redundancia de un mundo que junta paja y trigo, trigo y paja.

II
Llego a la calle Paso. Abro la puerta desesperada y paso al acto de la habitación. La veo ahí y comprendo que estar muriendo es un verbo que existe. Me siento del lado que ella puede verme, el derecho. Ya no es ella y lo es. ¿Quién fue el que le quitó lo que ahora le falta o el que le agregó el gerundio al verbo estar? Le doy las flores que compré en la calle 25 de mayo. Dos semanas después enfrente de esa florería voy a leer tu nombre escrito en una cajita y voy a entrar a la ceremonia de tu cuerpo muerto. Y cuando la ceremonia termine, voy a ver esa florería desde la ventana de un coche que sigue al coche que lleva tu nombre completo, que lleva la caja que lleva tu cuerpo. ¿Tan chico es Chivilcoy? Pueblo de mierda que no me importa sin vos. Es un día horrible. Te muestro las flores. Apenas las tocás. Te sonreís. La última vez que escuchaste mi voz por teléfono te reíste. Yo del otro lado lloraba, lloraba como si me arrancaran todo el recuerdo. Tu felicidad esta vez, fue mi tristeza.
Tiene la cabeza podrida. Llena de bichos. Bichos cuyos nombres todo el pueblo desconoce. Odio cada lugar que fue nuestro, los odio porque nunca quise que fueran sólo míos. La plaza Mitre, la plaza principal, odio las avenidas. Todo Chivilcoy se volvió para mí un mar de odio. Te mató ese pueblo. Los canallas te mataron la cabeza.

III
Todo te lo tragaste, todo fue a dar a tu estómago de pasado. Y no pude buscarlo. No supe rescatar lo que no quería que te lleves, no supe retenerlo. Todo lo que era mío fue tu alimento. Nada esperó delante de la gula. Y tuve que ver los pedazos injuntables en el suelo. Tuve que ver el final en eso que aun no terminaba. Te vi en sus ojos y no supe quitarte del medio. No supe sacarte de donde no tenías que estar. Y supe de tantas cosas que resultaron inútiles. Me tiraste en la cara todo. Y no alcancé a reprocharte nada. Donde estaba el cuerpo ahora no había nada, nada. Tuve que entrar a la habitación vacía, ver los muebles, las ropas que de ella dependían. Todo estaba lleno y todo fue pedazos. Me punzaron sus objetos recordándome que ahora eran huérfanos.
Y no me abandonaste, estás acá recordándome que var a llegar el día en el que olvide su cara y no tenga un solo lugar en donde ir a buscarla. Te vas a quedar conmigo para recordarme que va a llegar el día que no pueda oír su voz en mi cabeza. Acá te vas a quedar para ser la palabra escrita en el cuerpo.

IV
Dijo: “Llevate cuerpo mi muerte” y entonces se quitó la vida y tuvo que venir la muerte. Venir a cargar un cuerpo apurado.

V
Mundo con la n de gerundio. Mundo que no importa si no para. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario