miércoles, 22 de febrero de 2012

El poder del cuerpo y del dolor.



¿A quién llamás malo?

“Cuando hacemos bien o mal a otros, ejercemos sobre ellos nuestro poder, sin desear otra cosa. Haciéndoles mal, lo ejercemos sobre aquellos a quienes necesitamos antes que nada hacérselo experimentar; para este fin; el dolor es un medio mucho más sensible que el placer, pues el dolor pregunta siempre las razones, mientras que el placer se inclina a no considerarse más que a sí mismo sin mirar más allá”. [1]

    Quiero pensar en el sustantivo violencia. Ese que de tan amplio desprende miles de aristas. Quiero ejercer la violencia de recortar las apreciaciones sobre ella. Desparramar la palabra violencia en cualquiera de sus posibilidades. Elijo sólo algunas, arbitrariamente no, las elijo porque me son útiles. Porque desconozco muchas y desprecio otras.
    Empiezo por donde violentamente quiero y encuentro el origen de la violencia en la distinción entre buenos y malos. Pienso, los buenos no son violentos porque sino pasarían a ser malos. Qué es ser bueno es algo que ha ido mutando. Hay características del malo que aun se mantienen.
Los buenos han sido maestros de los malos. Les han podido marcar con rojo la hoja y condenarlos al Infierno. Les han mostrado por dónde había que caminar.
El bueno puede castigar. Es aquel que puede, puesto que su bondad lo habilita, marcar la línea divisoria entre lo aceptable, lo perdonable y lo que es meritorio de un castigo. “El bueno es juez de sí mismo, y se siente mejor cuanto más grande es la hostilidad que le rodea; sabe que cada gesto suyo es un reproche a los que no podrían imitarle.”
Buenos estableciendo malvados, así, en gerundio. Encontrando enemigos, castigando cuerpos pecadores. Almas completas que pudieron establecer las características necesarias de la maldad. Cuerpos limpios que pudieron ver las manchas del cuerpo mugriento.
Es que el mundo se hace con paja y con trigo, con trigo y paja.
Es cierto que se han establecido normas, a lo largo de la historia, que fueron permitiendo diferenciar de forma cada vez más nítida al cuerpo condenado, pero también es cierto que esa nitidez ha estado sujeta a las necesidades de su época. Estirar el cuerpo de un criminal con la rueda era un espectáculo que reunía a mucha gente en las plazas de la monarquía francesa, pero que tres siglos después resultó imposible de ver en público. En vivo.
La violencia como herramienta de corrección y castigo sigue vigente. Declarar cadena perpetua a un asesino es violento, como así también es violento quitarle la vida a un hombre. Dos violencias distintas, claro.
Existen violencias permitidas y avaladas que sirven para ajusticiar el cuerpo. Donde hay castigo hay cuerpo, pero antes hay diferenciación. Un discurso. No se castiga a un hombre bueno, se castiga a quien se considera malo. Tal vez hoy, pensar la idea de maldad sea un poco exagerada. Podrán decir que un criminal no tiene que ser necesariamente malvado. Estarán en lo cierto. Sin embargo se le aplicará un castigo y ciertas características necesarias para justificar ese castigo. Tres siglos atrás se le hubiese cortado la mano si con ella hubiese tomado algo que no era suyo. Hoy esa cuestión se soluciona en el sistema judicial. Puertas adentro.
¿Existe un origen utilitario del adjetivo “bueno” tal como lo pensó Spencer?
No hay buenos sin malos. Como en cualquier sistema el valor de cada uno se ajusta por el valor del otro. Establecer reglas para que el juego del castigo comience es necesario. Es completamente necesario dividir a sus jugadores. Algunos estarán destinados a perder para que otros puedan ganar. Y no importa quién realmente sea noble, sea bueno. Los ejemplos de los santos, tal como lo pedía Ingenieros, suelen caer ante los sutiles razonamientos de los sofistas.
Quienes ganan no pueden ser malos. Aunque sólo tengan de buenos una máscara, un adjetivo. La verdadera nobleza no pide nada a cambio. No exige diferencia. No le teme a la mezcla ni goza con la existencia de la maldad. Pero eso no importa. Para castigar hay que dividir. Bueno y malo. Dotar de características a ambos y punto final.
           Para repasar la violencia, entonces, hay que reparar en aquellos que pensaron y establecieron las reglas que delimitaron lo que estaba bien y lo que no lo estaba. Y con esto no sólo partir hacia la historia de la hostilidad sino también a la de la discriminación.

Notas:

[1] Nietzsche, Friedrich, La gaya ciencia, Gráfico, Buenos Aires, 2004, Pág. 33.
[2] Ingenieros, José, Las fuerzas morales, Losada, Buenos Aires, 1993, Pág. 70.

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